Coronavirus y el Futuro de la Educación de Lenguas Extranjeras a Nivel Universitario
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A principios de los años noventa empezaron a culminar proyectos de tele-colaboración en los que muchos educadores de lengua contactaban a otros que se encontraban ubicados en otro lugar con el fin de que sus estudiantes colaborasen juntos. El punto geográfico no fue un obstáculo para el aprendizaje de una segunda lengua (L2). Por ejemplo, estudiantes de español como lengua extranjera o L2 en una universidad estadounidense colaboraban con otros que aprendían inglés, pero estaban ubicados en Chile o cualquier otro país de habla hispana. Estos intercambios virtuales se lograban mediante las simples herramientas del chat o correo electrónico y gracias a la tele-colaboración muchos estudiantes mejoraron sus habilidades de escritura y lectura. Muy pronto distintos estudios empíricos, como el de O’Dowd del año 2003, revelaron que no solo era posible mejorar la habilidad de leer y de escribir en la L2, sino que dichos proyectos representaban grandes fuentes de intercambio cultural.